Los niños inmortales

 Gonzalo y Luis encontraron el esqueleto de un ratón (o al menos eso creían) mientras exploraban el terreno abandonado muy cerca a su casa. También encontraron una flauta que lucía sucia, pero no tenía ningún desperfecto por lo que se lo llevaron a casa.

En cuanto al esqueleto del ratón, ellos optaron por enterrarlo y colocaron un palito como una señal de que allí descansaba una criatura pequeña.

Sin embargo, lo que Luis y Gonzalo no tenían idea era que aquel acto los había salvado de morir debido a una explosión de gas en una casa cercana a la de los niños.

Cuando llegaron a casa, su madre, visiblemente afectada pero no gravemente los vio e inmediatamente los abrazó fuertemente.

-        Por primera vez, me alegra que les guste ir a ese terreno abandonado – su madre dio un suspiro de alivio.

Luis y Gonzalo se miraron entre sí, por primera vez, su habitual escape los había salvado.

-        Gonzalo y yo tenemos una flauta – comentó Luis inocentemente, mostrando el sucio instrumento musical.

La mamá de los niños sonrió un poco por el cometario de uno de sus hijos, aunque preocupada por el futuro incierto.

Horas más tarde llegó el padre de los niños preocupado cuando escuchó la noticia en la radio. Abrazó a su amada esposa y a sus hijos.

A pesar de la templanza de la mamá y el papá de Luis y Gonzalo, por dentro estaban temerosos de lo que podría pasar.

En la noche, los niños dormían en una carpa junto a su madre.

-        Luis – susurró Gonzalo quien intentaba despertar a su hermano.

-        ¿Qué pasó? – susurró Luis. – Tengo sueño – agregó.

-        ¿Vamos al terreno abandonado? De repente hallamos un tesoro – susurró Gonzalo.

Rápidamente, Luis asintió y con mucho cuidado salió junto a su hermano sin que su madre se despertara.

La luz del día bañaba tímidamente la calle donde los niños vivían, pudiéndose notar a los hombres dormir sentados en incómodas sillas (entre esos hombres estaba su padre) vigilando que ningún delincuente se atreva a robar lo poco que los damnificados habían podido rescatar.

Luis y Gonzalo llegaron al terreno abandonado y notaron que la pequeña tumba que habían hecho seguía allí. Los niños sintieron que era apropiado agradecer al ratoncito que, aunque muerto, los había salvado.

-        Gracias, señor ratón – agradeció Gonzalo.

-        ¿Y si era una señora? – preguntó Luis a Gonzalo.

-        Gracias, señor o señora – susurraron los hermanos al mismo tiempo.

De pronto, un gato se acercó a los niños y esa, de alguna forma, era la señal de que tenían que regresar a casa.

Al llegar vieron algo extraño, el lugar estaba como nuevo y eso llamó poderosamente su atención. Lo primero que hicieron fue ir a buscar a sus padres y cuando llegaron a su casa no podían creer lo que veían.

Eran sus fotografías pegadas en la fachada de su casa, en aquellas figuraba una palabra que los dejó helados.

“Niños desaparecidos”

¿Cómo era eso posible? No tenían idea de lo que había pasado.

Gonzalo y Luis corrieron a casa, tocaron la puerta gritando y llorando.

Su madre abrió la puerta, pero se veía diferente…se veía más ¿vieja?

-        Mamá – los niños apenas podían hablar por el llanto.

La mujer, su madre ya envejecida, los miró y empezó a llorar con mucha intensidad.



Muchas gracias por leer.

Han pasado dos años desde "El joven que tocaba la puerta" (era necesario escribir algo nuevo).

Con respecto a los niños inmortales:

Aunque no es igual al cuento que mencioné en la entrada anterior sí tiene cierta similitud (al menos en el aspecto sobrenatural).

El cuento es de mi completa autoría (el plagio es malo)

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